Si yo te
robo y tú me votas, ¿por qué iba a dejar de robarte?
Si yo
incumplo el programa y tú me votas, ¿por qué iba a cumplirlo en lo sucesivo?
Si yo te
violo y me dejan suelto, ¿por qué no repetir?
Si yo te
mato y me dejan suelto, ¿por qué no seguir matando?
Es lógico,
las personas hacen lo que se espera de ellas que hagan. El ladrón, el
mentiroso, el violador o el asesino hace lo que le dicta su naturaleza o su perversión;
a menos que la sociedad se lo impida. Para eso está la cárcel y la
rehabilitación.
La
rehabilitación debe llevarse a cabo fuera del ámbito que induce al delito; en
el caso del político, el poder. De la misma manera que no se puede rehabilitar
a un alcohólico en un bar o a un asesino en una guerra, tampoco se puede
rehabilitar a un político mentiroso, ladrón o corrupto en un gobierno. Por eso,
lo que hay que hacer es no votarles y que se rehabiliten en la oposición, en su
casa o en cualquier lugar alejado del poder/tentación.
Pero, ¿es
que no existen políticos honrados? Si están en el poder, no. Los políticos con
poder se dividen en delincuentes y cómplices; los honrados, o son expolíticos o
pertenecen a partidos minoritarios sin poder. Al menos, esta es la impresión
que da la evolución de la política en España en los últimos cuarenta años.
Ahora,
después de tanto esperar, parece ser que llega la tan deseada solución
extraparlamentaria: PODEMOS.
Pero, que
no se confíen. Con la misma cantidad de energía (incluso con menos) que utilizamos
para darles una palmadita en el culo o un empujoncito hacia arriba, se lo
PODEMOS dar hacia abajo.
Y es que
la última decisión siempre está en nuestras manos, es nuestro voto. Es la
DEMOCRACIA.